Impacto

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Un mensaje de Yvon Chouinard

Fundador y ex-CEO de Patagonia

Después de traspasar Patagonia en 2022, he trabajado más duro de lo que debería una persona de 86 años. Las amenazas sobre la salud del planeta van en aumento. Las crisis climática y de la naturaleza están empeorando y la verdad se diluye en un mar de mentiras y desinformación. Aunque he retomado mis raíces diseñando y trabajando en la calidad de nuestros productos, las cosas han cambiado. Siento una responsabilidad aún mayor de ayudar a que la empresa tenga éxito y ofrecer una alternativa al modelo de capitalismo extractivo imperante.

Y se siente más difícil que nunca antes.

Con el traspaso de la propiedad en 2022, logramos garantizar que los valores de la empresa se mantuvieran intactos aun cuando ya no estemos. También nos ofreció una manera de distribuir más dinero para ayudar a salvar el planeta. Sabíamos que habría que resolver otras cuestiones en el camino, pero nunca imaginamos que enfrentaríamos guerras comerciales que causarían estragos en la economía global, junto con un ataque a la naturaleza y al medioambiente.

Las ganancias nunca han sido el objetivo de Patagonia, pero el dinero y la forma de dirigir la compañía son dos de las herramientas más eficaces que tenemos para proteger la naturaleza. Dedicamos nuestra empresa a salvar el planeta, pero resulta evidente que hoy la política beneficia a quienes triunfan explotándolo. Estamos viendo lo que sucede cuando el capitalismo extractivo se convierte en la doctrina de los gobiernos.

La búsqueda de beneficios a corto plazo y el consumo desenfrenado están destruyendo el planeta, lo que tiene consecuencias negativas para la mayoría de los negocios. Para ponerlo en perspectiva, cuando Patagonia se fundó en 1973, la esperanza de vida promedio para una empresa estadounidense en la lista del S&P 500 rondaba los 30 años. Hoy es menos de 18. Cada vez más empresas están siendo compradas o vaciadas, mientras la población de multimillonarios va en aumento. El éxito empresarial pasó de ser sinónimo de consolidar un negocio duradero a venderlo al mejor postor. No es algo sostenible en el tiempo, pero no hay indicios de que vaya a cambiar. Frente a un ataque a la ciencia que diluye décadas de progreso en la lucha contra el cambio climático, cualquier empresa interesada en sobrevivir a largo plazo debería cambiar su propósito principal a salvar el planeta, a menos que se le ocurra una forma de ganar dinero con un planeta muerto.

“He trabajado más duro de lo que debería una persona de 86 años”.

Patagonia está lejos de ser una empresa perfecta. No tenemos todas las respuestas, pero el miedo a equivocarnos no puede evitar que intentemos hacer las cosas bien. Todavía tenemos mucho trabajo que hacer para alcanzar el máximo potencial de nuestra estructura de negocio, demostrar que este experimento funciona y explicar su importancia para nuestros empleados y nuestra comunidad.

Lo que está claro es que, a pesar de todo lo que hemos trabajado en nuestros productos y en la cadena de suministro, y de todo el dinero que hemos donado a organizaciones ambientales sin fines de lucro, aún no es suficiente. Podemos dedicar todo nuestro tiempo y recursos a salvar el planeta, pero nuestro impacto resulta limitado cuando vemos a qué nos enfrentamos. Sin embargo, si algo hemos aprendido de apoyar a activistas de base es que cuando una cantidad suficiente de personas se une, es posible derribar un sistema.

Para llegar a eso, las empresas tienen que hacer más que ofrecer un buen servicio o fabricar productos de calidad. Y, definitivamente, deben hacer más que enriquecer a unos pocos. Lo que pueden y deben hacer es resolver problemas. La influencia corporativa traspasa fronteras y modela políticas gubernamentales en todas partes. Imagina qué pasaría si los grupos de presión y los lobistas priorizaran la salud del planeta y de las personas por sobre la desregularización ambiental. O si tan solo algunas megaempresas multinacionales dedicaran una parte de sus ganancias a tener un impacto positivo sin pensar en los beneficios fiscales. Al mismo tiempo, si un número suficiente de empresas nos uniésemos y decidiéramos que nuestro planeta tiene prioridad por sobre las ganancias, podríamos cambiar el mundo. Podríamos cambiar el capitalismo para siempre. Incluso, podríamos salvar el planeta.

Los próximos 50 años no van a ser fáciles. El planeta está pasando por tiempos difíciles y muchos líderes han sucumbido al cinismo o la especulación. Pero no tenemos por qué hacer lo mismo. Las empresas y la sociedad pueden dejar de lado la desesperanza y la apatía para modelar un futuro que sea para todos. Podemos oponernos a la ganadería industrial y a la contaminación del aire y del agua, y rechazar que los resultados trimestrales sean la base de nuestra moral.

Podemos cambiar esta fatídica forma de capitalismo extractivo que nos ha traído hasta aquí. Pero debemos dar el primer paso.

Yvon Chouinard

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Un mensaje de Ryan Gellert

CEO de Patagonia

Patagonia es una paradoja. Nuestros estatutos exigen que adoptemos prácticas responsables con la sociedad y el medioambiente. Sin embargo, todos los productos que fabricamos toman recursos irremplazables del planeta. Nuestra existencia parece ir en contra de nuestro propósito. Es una tensión que no pasamos por alto.

Como cualquier otra empresa, no funcionamos de manera aislada. Nuestro impacto suele estar influido por los acontecimientos mundiales y geográficos, y no existe un punto final concreto ni una definición consensuada del éxito para buena parte del trabajo más urgente que realizamos. Lo mejor que podemos hacer es adaptarnos a lo que tenemos, como compañía y como ciudadanos del planeta.

Las empresas son, en parte, responsables de la crisis climática y ecológica. A medida que los gobiernos retroceden en sus compromisos sociales y ambientales, la responsabilidad corporativa se vuelve cada vez más urgente. Si queremos tener un planeta habitable dentro de 100 años, debemos tomar la iniciativa y usar nuestra influencia para defenderlo más allá del beneficio propio.

“A veces es difícil. Otras, doloroso. Pero, al final, es progreso”.

Tenemos que promover políticas que protegen los ecosistemas, en lugar de respaldar la desregulación ambiental. Es importante dejar en claro que estar a favor de las empresas no significa estar en contra del planeta. Las empresas deben dejar de decir que les importa el planeta para luego esconderse detrás de organizaciones que hacen lobby contra la acción climática priorizando sus ingresos. Convengamos que la acción climática corporativa va más allá de los eslóganes de sustentabilidad y nos obliga a examinar nuestras propias prácticas e impacto. Y va a requerir un trabajo real, a veces incómodo, de todos nosotros. El planeta va a necesitar toda la ayuda posible.

Esto no quiere decir que Patagonia tenga la solución. Estamos lejos de eso. Nos llevó 52 años llegar a donde estamos hoy y el camino no ha sido lineal. A veces es difícil. Otras, doloroso. Pero, al final, es progreso.

En este informe se detallan momentos decisivos, como darnos cuenta de que la carbono neutralidad no cumplía con nuestros estándares de responsabilidad ambiental (página 13) y nuestro esfuerzo constante por eliminar las tasas y comisiones de contratación para los trabajadores migrantes extranjeros que fabrican nuestros productos (página 75). También reflexionamos sobre el impacto de nuestros esfuerzos en materia de comercio justo (página 73) y las casi 2 décadas de investigación para eliminar los PFAS de nuestros productos (página 79), además de reconocer todo el trabajo que tenemos por delante para descarbonizar nuestra cadena de suministro (página 80).

Lo último que queríamos era tener páginas y más páginas de contenido autocomplaciente. Si bien profundizamos en el trabajo de varios equipos y reconocemos el mérito de nuestros colegas, con este informe buscamos ser responsables frente a nuestra comunidad al mostrar dónde está nuestro compromiso y qué estamos haciendo para cumplir con él. Esperamos aportar claridad e inspirar el paso a la acción. Al compartir buenas prácticas y superar el miedo a señalar las malas, podemos lograr un impacto real y duradero. Las empresas pueden ser una fuerza para hacer el bien.

Ryan Gellert