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Restaurando el paraíso

Joel Caldwell / / 16 min de lectura / Workwear

Un viaje a través de la peor sequía en California en 1.200 años junto a quienes trabajan por la restaurar los ecosistemas destruidos y repoblar paisajes perdidos.

Todas las fotografías pertenecen a Joel Caldwell

Nota del editor: durante los veranos de 2021 y 2022, mientras diferentes zonas del oeste estadounidense entraban en la peor sequía en 1.200 años, Joel Caldwell efectuó una serie de viajes por carretera a través del Valle Central de California y hacia el norte para documentar a quienes están trabajando para restaurar y recuperar los ecosistemas y repoblar autóctonos perdidos. Los Ecosystem Restoration Camps (ERC - Campamentos de Restauración de Ecosistemas) surgen como parte de un movimiento mundial liderado por trabajadores activistas de organizaciones comunitarias. John D. Liu es fundador de ERC y comenta que estos existen “como ejemplo de una nueva forma de vida, una forma de enseñar, aprender y participar para salvar a la civilización humana”.

Estos siete campamentos, cada uno a su manera, empoderan a personas comunes y corrientes para cambiar los ecosistemas destruidos. Desde una comunidad desconectada de la red eléctrica que planta árboles y recupera suelos al costado de un vertedero, hasta un hombre que cultiva un oasis alimentario tras pasar la mitad de su vida en prisión, estas personas no están esperando que otros tomen la iniciativa respecto del cambio climático.

Voy con rumbo norte por la I-5 pasado Bakersfield en un Chevrolet Spark blanco. Hacia el este se ve una enorme granja industrial que se pierde a la distancia, repleta de vacas tristes, criaturas prisioneras que emiten un hedor fétido que combina con— o quizás crea— la nube café por la que mi pequeño auto atraviesa. Hace un calor insoportable. La primera de una seguidilla de olas de calor ha caído sobre California durante los meses secos de 2021 y que se pronostica que acompañarán todo este primer tour por los Ecosystem Restoration Camps (ERC), comunidades internacionales y sitios de permacultura del estado.

Durante los últimos cuatro años me he imbuido en el mundo de la recuperación y la repoblación autóctona de los ecosistemas. De manera profesional, he investigado, discutido, fotografiado, filmado, redactado y promulgado cientos de proyectos sobre recuperación en todo el mundo. De manera personal, he preparado, abonado, plantado, quemado, cosechado, observado y conectado con el suelo. En el proceso de desarrollar y alimentar esta nueva obsesión, mi atención se ha ido enfocando cada vez más en las historias de esperanza, sanación y acción ambiental. En resumen, he vivido una especie de transformación personal.

Sigo hacia el norte rumbo a EcoCamp Coyote, el primer ERC en mi itinerario. A medida que los paisajes distópicos de granjas industriales y terrenos parchados pasan por fuera de la ventana, le subo el volumen al podcast de John D. Liu, su voz se escucha metálica en los parlantes del Spark: “Deberíamos poder tomar agua de los ríos”, dice. “Y podremos hacerlo dentro de 100 años si realmente nos esforzamos. Este debería ser el propósito de la civilización humana”.

ECOCAMP COYOTE | Condado de Santa Clara, California

De vertedero a terreno fértil

Por fuera, EcoCamp Coyote no parece el mejor lugar para iniciar un “campamento de restauración del ecosistema”. Luego de ingresar un código, una reja cerrada con cadena se abre hacia un vertedero industrial laberíntico. Es seco y polvoriento, lleno de equipos pesados y materiales apilados. Sigo manejando y comienzo a ver manchones de un verde profundo en el terreno hacia adelante y, para mi sorpresa, siento el olor terroso y reconfortante de la tierra mojada colarse por la ventana mientras estaciono el auto.

Estoy mirando un pájaro carpintero con muchas plumas perforar un agujero en el tronco de un solitario nogal negro cuando oigo el saludo de Leo Lauchere, fundador del EcoCamp Coyote ERC. Leo es alto y delgado, lleva y piercing en la nariz, una gorra de Lake Tahoe que muestra mucho uso y tiene una sonrisa amplia y acogedora. Parece un tótem del campamento: una especie de personaje vegano y mítico salido de Mad Max capaz de catalizar residuos desechados y transformarlos en materiales que sostienen una comunidad humana sustentable. “Esto era todo grava”, me cuenta mientras me apunta con su mano una esquina del recinto particularmente frondosa. “Esparcimos algunos cientos de hectáreas con chips de madera. Compré un viejo camión que apenas funcionaba y puse una capa tras otra del compost de hongos de una granja local. Ahora tenemos este suelo”, me cuenta con un dejo de sorpresa. “Como es tan denso, a veces ni siquiera regamos el jardín”.

Leo me guía a través de las plantas nativas y los árboles del huerto. Me muestra cómo recolectan agua de lluvia y la integran con una serie de sistemas de aguas grises que transforman las aguas residuales en agua para regadíos. Leo estableció su campamento en el suelo extremadamente degradado de una antigua granja de césped al sudeste de San José, en California. Una pequeña comunidad vive aquí, totalmente desconectada de la red, y utilizan desechos urbanos para construir estructuras, reformar el suelo y restaurar la tierra.

Escucha a Leo hablar sobre restauración

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Leo: Restaurar es una de mis actividades favoritas. Mantener cosas y arreglarlas en vez de construir o comprar cosas nuevas cae naturalmente en ese espíritu de cuidar las cosas que ya existen, de que tener un taller y desarrollar al menos un nivel básico de diferentes habilidades en torno a la electricidad, la plomería, soldado y carpintería, es fundamental para llevar este estilo de vida. Podemos arreglar y cuidar cosas, no solo para nosotros, sino para los que vienen y que también las usarán.

A la mañana siguiente, desperté en un container que funciona principalmente como horno. Tomamos un desayuno contundente de vegetales descartados por una tienda local y pasamos la mañana construyendo cortafuegos a lo largo de la carretera. “Una vez que el campamento nos empezó a quedar chico, seguimos hacia el costado de la ruta”, me cuenta Leo mientras cargamos su Chevy K10 de 1964, uno de los pocos vehículos a gasolina que todavía opera en su estilo de vida 95% libre de petróleo. “Estaba siendo envenenado para controlar la ‘maleza’, así que lo rescatamos de la ciudad”.

Las motosierras cantan mientras podamos robles y limpiamos las hierbas alrededor de sus troncos. Acarreamos un montón de basura, viejas tazas de baño de porcelana y muñecas desfiguradas, reliquias desechadas que dan cuenta del desprecio por los objetos que tiene la cultura del desecho. La meta es mitigar el fuego, pero también plantar árboles. Leo y su equipo recolectaron bellotas durante meses y las cultivaron en el invernadero. “Todo el mundo interactúa con los caminos, pero nadie los cuida. Las bermas son los vertederos más feos y despreciados”, me dice Leo. “Quiero que los caminos de aquí estén cubiertos del verde de los robles vivos”.

Esa noche, Leo encendió un show de luces a energía solar, puso a sonar la música y yo participé por primera vez en la vida de una sesión de “danzaterapia”. Un diverso grupo de inadaptados nos contorneamos, sacudimos y reímos a medida que la música soltaba nuestras mentes y cuerpos cansados.

“Los robles alimentan muchísimas especies”, dice Leo Lauchere. “Además, están adaptados para enfrentarse al fuego. Pornerlos en el suelo parece ser algo positivo”.

Además de administrar el Ecocamp Coyote, Leo, junto a su socio Ero Gorski, manejan Good News Wood Salvation, en Coyote, California. La organización recupera cercos de secuoya que van de camino a los vertederos y los convierten en productos para decorar los muros de las casas.

Cocina vegana directo de EcoCamp Coyote. Los ingredientes se recolectan de los desechos de tiendas locales y del huerto Coyote, luego se cocinan con biogás o la energía del sol o la madera.

GRANJA CANTICLE | Condado de Alameda, California

Un exrecluso rehabilitado.

“Pasé la mitad de mi vida tras las rejas”, dice Troy Williams. “Cuando estás en confinamiento solitario, sientes una profunda tensión en el cuerpo. Estaba en una celda donde podía tocar ambos extremos al mismo tiempo. La ventana estaba pintada desde fuera, pero había un pedacito por donde podía mirar a los pajaritos formarse en línea como si estuvieran realizando sus oraciones matutinas. Despertar y mirar a los pájaros por la mañana se convirtió en un ritual para conectar con la naturaleza, para sentir fluir la armonía”.

Estoy sentado con Troy en medio de la abundancia de Canticle Farm, un oasis regenerativo en Oakland que busca ser una plataforma para “el gran cambio”, un cambio a nivel global, desde una sociedad de crecimiento industrial a una que sostiene la vida con foco en la justicia ambiental y social. Troy vive en Canticle hace siete años y, durante nuestra conversación —que es constantemente interrumpida por torpes y curiosos polinizadores— dibuja un escenario completamente opuesto a donde estamos sentados: dos décadas y media de cárcel, rodeado de concreto y acero, definido por una total remoción de la naturaleza.

Troy cofundó The Green Life Project en la prisión estatal de San Quentin, para conectar a los presos con la naturaleza y así facilitar la sanación. Durante los últimos ocho años de su presidio, Troy ganó 37 centavos por hora administrando la transmisión televisiva de San Quentin Television. Creó programación y adquirió habilidades sobre audio y video, pero como los precios de los productos básicos eran tan altos, no pudo ahorrar y prepararse para la vida fuera de prisión. Al recibir libertad condicional en 2014, Troy recibió también $200 dólares y fue enviado a un hogar de transición en el área de la bahía. Al lado de ese hogar se transaba marihuana y las prostitutas pasaban el rato en la esquina. Para Troy, eso parecía una trampa. “El mensaje que eso envía es profundamente traumático sicológicamente”, explica. “Y el mensaje es que no te están cuidando”.

Después de un año en ese hogar, Canticle Farm llegó a los oídos de Troy. “No sabía realmente de lo que me estaba perdiendo hasta que llegué aquí, a este oasis de árboles frutales, tierra y pasto”. Troy describe un sentimiento de conciencia de sí mismo, algo que no puede poner en palabras. “Allá dentro, tratas de reemplazar la naturaleza con la imaginación, con los recuerdos. Eso te mantiene lo suficientemente cuerdo, supongo, pero no está presente el tejido conectivo, el conocimiento. Tu cuerpo y mente se sienten restringidos”.

En Canticle, observo un grupo de voluntarios y residentes trabajar entre flores silvestres para restaurar un arroyo confinado hace tiempo a un ducto subterráneo. Para mí, esta restauración —y también la de Troy— ilustra la resiliencia del vínculo con la humanidad que nos da sustento, capaz de trascender el concreto, el acero y otros obstáculos menos visibles (pero no menos dañinos) hechos por el ser humano.

Escucha a Troy hablar sobre superar tiempos difíciles

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Troy: Crecí con un padre que quebraba broncos, usaba botas vaqueras y trabajaba en albañilería, probablemente el hombre más trabajador que conocí en mi vida. Pasé 25 años en prisión. Entré a los 27 años. Me sentenciaron a cadena perpetua con la posibilidad de libertad condicional. Ni siquiera se podía ver el exterior desde la celda. Pero había un pequeño hueco en la pintura de la ventana y lo aprovechaba para mirar hacia fuera y ver los pajaritos reunidos en línea por la mañana. Y eso se convirtió casi en un ritual para mí para conectar con la naturaleza apenas despertaba, mirar por ese agujero y ver a los pájaros alinearse en la mañana. En 2014 recibí la libertad condicional. En verdad llegué a Chemical Farm y caminé de regreso hasta aquí, al huerto y a esta suerte de pequeño oasis. Si necesito verduras no tengo que ir a la tienda de la esquina. Solo salgo al patio y recolecto un poco de kale, un poco de repollo y algunas otras cosas necesarias para preparar una comida.

Canticle Farm es un huerto urbano, un centro educativo y una comunidad con intención que experimenta en la intersección del activismo no violento basado en la Tierra, la fe y la justicia social.

Cuando Troy Williams comenzó a ir a la montaña luego de salir de prisión, la soledad le recordaba incómodamente la soledad del confinamiento. Pero no dejó de hacerlo hasta que logró conectar.

CAMPAMENTO PARADISE | Condado de Butte, California

Donde la respuesta al desastre es el trabajo constante.

“Reunámonos alrededor de la fogata y restauremos el paraíso…”. Matthew Trumm escuchaba las extrañamente proféticas palabras de John D. Liu en 2018, justo 10 días antes de que el incendio Camp —el incendio forestal más destructivo y mortal de California— matara 86 personas y quemara más de 18.000 estructuras. El mega-incendio destruyó el pueblo de Paradise, en California, donde la hija de Matthew vivía con su mamá.

En respuesta a esta catástrofe, Matthew fundó Camp Paradise, el primer campamento en el mundo en respuesta a un desastre para restaurar el ecosistema. Sin una ubicación fija, Camp Paradise es una serie de “levantamientos” y días de acción alrededor del área conocida como la “la cicatriz de la quemadura del incendio Camp”, donde los campistas se reúnen con los locales para trabajar en proyectos de restauración y permacultura para sanar la tierra mientras también sana la comunidad. Con Camp Paradise, Matthew busca transformar la manera en que entendemos cómo hacer efectiva la de restauración de ecosistemas en lugares afectados por la crisis climática, incluyendo las tierras dañadas por los incendios forestales.

Al pasar por Paradise y sus alrededores hoy, no ves mucho de la destrucción apocalíptica que esperarías. El desastre ha sido mayormente limpiado, excepto por uno que otro automóvil quemado por ahí. Llegué un día de calor sofocante, la temperatura estaba sobre los 38°C y no encontraba sombra por ningún lado. Lo que una vez fue una comunidad repleta de árboles ahora era un espacio con vista abierta. Para quienes recuerdan Paradise, ahora es casi irreconocible.

Me encontré con Matthew en su propiedad que está a una hora del pueblo, lleva un sombrero de ala ancha y trabaja duro bajo el sol intenso. Esta propiedad también se quemó, pero más recientemente, en 2020, cuando el incendio Bear arrasó con los pueblos de Berry Creek y Feather Falls, entregándole a esta parte de California del Norte la cuestionable distinción de “el epicentro de los mega-incendios dirigidos por el viento”. Me estacioné junto la chamuscada camioneta de Matthew y observé los pilares ennegrecidos de viejos robles carbonizados, el sotobosque completamente desaparecido, excepto por arbustos de escobas rubias y lilas californianas. Con una miniexcavadora, Matthew ha construido una serie de drenajes sostenibles recolectores de agua —una técnica de excavación para generar terrazas, que crea niveles y terraplenes en el suelo colina abajo para ayudar a que el agua escurra y permee— lo que disminuye la erosión y aumenta la capacidad de almacenamiento de agua del suelo. Luego, crea micro terrazas, pequeños surcos cubiertos con alforfón y luego con abono, para estabilizar el suelo y evitar la erosión.

“Todo el suelo de la Tierra debería estar cubierto”, me dice Matthew por sobre el hombro. “Si ves el suelo expuesto, piensa en ello como una herida que necesita ser cubierta”. El suelo expuesto mata vida que es fundamental y eleva la evaporación por condensación, lo que genera sequía y finalmente la degradación del terreno, las condiciones perfectas para un incendio colosal y las posteriores inundaciones.

Estabilizar los suelos es fundamental luego de un incendio forestal. Las copiosas lluvias del invierno crean desprendimientos en las zonas recientemente incendiadas, haciendo que una mala situación sea aún peor. Aquí, en su propiedad recientemente incendiada, Matthew está creando un sitio para demostración de permacultura, un centro de educación que se enfoca en la restauración de terrenos incendiados. “Estos incendios gigantes, guiados por los vientos, son muy nuevos”, me cuenta, mientras de rodillas esparce semillas con sus manos. “Todavía no tenemos mucha información sobre cómo limpiar luego de que tantas casas se han quemado”.

Cuando un hogar, o un vecindario, se quema, los escombros son extremadamente tóxicos. Lo primero que hay que hacer es mitigar la producción de toxinas para asegurar que la contaminación no termine en ríos y arroyos. Luego del incendio Camp, Matthew lideró esfuerzos para usar materiales que se usan generalmente en el control de la erosión —barreras de paja, de compost y paja— para contener la contaminación alrededor de las casas quemadas hasta que las huellas fueran limpiadas y los restos tóxicos llevados a instalaciones de desechos peligrosos. Con los incendios a gran escala de hoy en día, en general pasan más de dos temporadas de lluvia antes de que los sitios estén limpios, por lo que proteger las cuencas a corto plazo es fundamental. Pero nada como esto se ha hecho antes. Matthew y su equipo de voluntarios crearon un “modelo de mejores prácticas” que ahora ha adoptado FEMA.

Sin embargo, según Matthew, las soluciones reales son sistémicas. “No podemos simplemente crear sistemas de respuestas a los desastres”, me dice apoyándose en el tronco quemado de un madroño bajo una pequeña sombra. “Necesitamos trabajar en la restauración de los ecosistemas todo el tiempo. Necesitamos restaurarlo todo”. Para Matthew, es un estilo de vida, no una respuesta. “De esta forma, cuando pase un desastre o cuando zonas seriamente pdegradadas necesiten ser trabajadas, ya estaremos preparados, mental y físicamente”.

Nuestra conversación continúa en la compañía de unas cervezas en un patio del histórico pueblo de Oroville. “Estos bosques se han nutrido por millones de años y nosotros hemos eliminado esa fuente de nutrición y se están quedando sin energía”, me cuenta Matthew mientras el sol se pone y la temperatura baja. “Estamos perdiendo tantas especies, ya no tenemos el aporte del océano llegando al bosque. Los salmones subían por el río y los osos llevaban sus nutrientes a los árboles. Ya no tenemos a los castores para que disminuyan la velocidad de las aguas. Ya no tenemos millones de animales pastando y fertilizando los pastizales”.

Me reclino en mi silla, mi mente levemente intoxicada absorbe las palabras de Matthew. “Entonces, cuando restauramos la tierra, tenemos que copiar el trabajo que hacían estos animales”, dice Matthew, mientras toma un sorbo de cerveza antes de cerrar. “Necesitamos a nuestros amigos los animales de regreso en la tierra”.

“Necesitamos trabajar en restaurar los ecosistemas todo el tiempo”, dice Matthew. “Necesitamos restaurarlo todo”.

Cuando un hogar, o un vecindario, se quema, los escombros son extremadamente tóxicos. Lo primero que hay que hacer es mitigar la producción de toxinas para asegurar que la contaminación no termine en ríos y arroyos.

Restaurando el Paraíso.

CAMPAMENTO HOTLUM | Condado de Siskiyou, California

Renaciendo de las cenizas.

Me reuní con Jonathan Kabat, cofundador de Camp Hotlum, en el Hi-Lo Café, en Weed, California, a los pies del monte Shasta. Fuera de la ventana puedo ver la devastación dejada por décadas de explotación forestal. “Te apegas profundamente a un niño o un animal a medida que los cuidas'', me dice Jonathan. “En Hotlum, te preocupas por la tierra y te reconectas con la naturaleza”.

Durante los próximos días trabajaremos en un proyecto de mitigación de incendios con un grupo de voluntarios, plantando ponderosas y eliminando Arctostaphylos y Purshia tridentata. Acampamos bajo las estrellas, la Vía Láctea se muestra gloriosa sobre nuestras cabezas. Es difícil, pero satisfactorio, trabajar bajo el sol quemante del verano. Unos pocos días después de que me fui, los relámpagos iniciaron el incendio Lava y el viento condujo las llamas que cercaron a Hotlum. El fuego consumió todas las viviendas y el 95% de los árboles.

Volví a contactarme con Jonathan un año después y me comentó que Hotlum se estaba recuperando; el banco de semillas estaba intacto y las flores silvestres estaban floreciendo. Encontró la primera colmena el otro día. Los robles rebrotan desde las ramas carbonizadas y el equipo de Hotlum ha plantado 500 árboles. Algo del bosque primigenio —robles vivos del cañón, ponderosa, caoba de montaña, abeto de Douglas, abeto blanco y cedro de incienso— sobrevivieron al fuego y los posteriores aludes.

El equipo del Camp Hotlum toma un descanso justo unos días antes de que el incendio Lava quemara 10.687 hectáreas en las faldas del monte Shasta.

Leo Lauchere, de EcoCamp Coyote, ayuda a remover Arctostaphylos y Purshia tridentata en Hotlum, para mitigar los riesgos de un incendio forestal.

Jonathan Kabat sube un arbusto de arctostaphylos a su pickup solo unos días antes de que el incendio Lava barriera con el paisaje.

El paisaje antes del incendio Lava. Hoy, los robles brotan de ramas carbonizadas y el equipo de Hotlum ha plantado 500 árboles.

QUAIL SPRINGS PERMACULTURE | Condado de Ventura, California

Un arroyo abandonado recibe una nueva comunidad.

Escucha a Brenton hablar sobre resiliencia

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Brenton: No era propiedad. No tenía interés en tener un título sobre un terreno, pero así en estar profundamente arraigado en ella de todos modos. Para realmente sentir en carne propia algunas de las cosas más tangibles que mantienen mi vida, de dónde viene el agua, dónde se prende la luz y cómo construir, cómo ser autosuficiente en el sentido de no necesitar nada más que resiliencia para poder cuidar las cosas que me sostienen y nutrirlas, alimentarlas, honrarlas.

Me salgo en un camino fuera del mapa, ingreso un código en una caja de seguridad y conduzco lentamente hacia el este a través de una serie de puertas hasta Quail Springs Permaculture (QSP), cañones baldíos y secos se extienden a lo lejos. El valle de Cuyama es el lugar más seco en la costa central de California —solo recibe 127 milímetros de agua lluvia al año— y además tiene una de las cuencas de aguas subterráneas más explotadas en el estado. Aunque el pueblo Chumash ha vivido aquí por 10.000 años, los dueños de propiedades privadas solo han necesitado un siglo de extracción para llevar al valle a un punto de decadencia significativa.

QSP es una comunidad sustentable creada originalmente con la intención de llevar a las infancias a la naturaleza, pero hoy en día se organiza en torno a un espíritu que tiene cinco aristas: cultivar alimentos en el desierto de modo de generar suelos saludables; proteger la cuenca local al promover políticas de aguas subterráneas sustentables; enseñar permacultura, construcción natural y herramientas basadas en la tierra de manera online; vocería en defensa de hogares resistentes a los incendios y centrados en la Tierra; y llegar a la comunidad en el desatendido valle de Cuyama. Los miembros de la comunidad y el personal que vive y trabaja aquí reciben voluntarios que se quedan en la propiedad por tres o seis meses.

Cuando me reuní con Brenton Kelly, uno de los primeros miembros del directorio de QSP que llegó aquí junto a su esposa Jan en 2008, estaba construyendo una estructura de barro entre su elegante casa conectada con la Tierra y su abundante huerto. Los rítmicos y húmedos golpes de su pala embarrada se mezclan con el zumbido de los polinizadores en la salvia apiana. Cerca, alguien toca un instrumento de cuerda. Brenton lava la mezcla de tierra y paja de sus manos y se agacha para rascarle las orejas a uno de los gigantes perros Gran Pirineo que retozan en la sombra.

“Este lugar solía estar despoblado”, me cuenta Brenton, sin quitarle los ojos a lo que está haciendo. “No había nadie viviendo aquí. Pero con el paso de los años, hemos generado un lecho de árboles que dan sombra y hemos construido viviendas en las que las personas se sienten cómodas”.

Durante 75 años, los dueños anteriores mantuvieron 20 cabezas de ganado en la propiedad que ahora es Quail Springs Permaculture. Con el tiempo el arroyo se drenó hasta quedar seco. “En gran parte, solo sacar el ganado permitió que el arroyo volviera”, me dice Brenton. Mediante una observación cuidadosa y estudiando a Craig Sponholtz, un diseñador de restauración de humedales, Brenton finalmente se sintió capaz de intervenir para la restauración del arroyo. Construyó unos pocos gaviones (contenedores o jaulas llenas con rocas para prevenir la erosión) y luego puso bolsas de arena impregnadas con rizomas de raíz de junco, lo que permite que las raíces broten a través de la arpillera que se va rompiendo y se conviertan en una parte permanente del banco del río para acelerar la restauración natural.

A medida que los humedales se recuperan, comienzan a producir más agua, hasta 5 galones por minuto. Hoy, el 99% de la demanda de agua de la granja —riego para media hectárea de huerto, agua para 20 cabras nubias y 20 pollos, agua para la ducha y la limpieza de 20 residentes— es suministrada por el arroyo (un molino a energía solar entrega agua potable a la comunidad). Un lecho de álamos de Norteamérica, falsas acacias y álamos comunes entregan la preciada sombra y son testamento del ciclo renovado.

El sol se esconde detrás de la montaña al oeste, dejando largas sombras en el valle. La banda Muddy Daughters afina sus instrumentos y canta canciones se su autoría en pago y gratitud hacia la tierra que los sostiene. Escucho una bandada de perdices de California a la distancia, cantando ¡chi-CA-go! Sigo a Andre, un nuevo voluntario, mientras saca a pasear las cabras con una bastón de madera la mano. El sol marca su silueta y lo hace parecer un pastor bíblico guiando a su pueblo por el valle, un momento fuera del tiempo.

Escucha a Ashwin hablar sobre reconectarse con la tierra

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Ashwin: Quería una desconexión total del mundo electrónico. Y este lugar me ofrecía la oportunidad y la tomé como voluntario. Viví en una carpa durante cuatro meses, casi cinco. Sacaba a pasear a las cabras, pasaba el rato en la tierra. Aprendí conceptos básicos de irrigación y de cuidado de animales, lo que en este entorno también me abrió hacia una relación con el cosmos, entre las estrellas que ves en la noche y los detalles de la flora y fauna en el desierto.

(Izquierda arriba) En Quail Springs Permaculture (QSP), en el valle de Cuyama, California, una mezcolanza de yurta, invernaderos, contenedores y estructuras barro organizadas libremente alrededor de un verde oasis alimentado por un arroyo —la fuente de vida de la comunidad. (Arriba a la derecha) Brenton Kelly cosecha ajo. Su padre trabajó como corresponsal de guerra para Voice of America mientras criaba a Brenton por toda África. Cuando era niño, pudo conocer culturas intactas que llevaban una vida de subsistencia y generaban sustento fuera del mercado global. “Subsistencia nunca fue un término peyorativo”, me cuenta. (Abajo a la derecha) Andre, un voluntario, lleva las cabras a pasear. (Abajo a la izquierda) Construir y apoyar los hogares de arcilla apropiados para el clima y resistentes al fuego es uno de los cinco focos principales de QSP.

CAMPAMENTO BIRDHOUSE | Condado de Los Ángeles, California

Cambiando el elenco de las colinas de Hollywood.

“Hollywood es importante”, me dice Jonny Allen mientras nos tomamos un café y nos comemos unas tostadas junto a su pareja, Bella LeNestour. “Porque es aquí donde se cuentan historias, es aquí donde se crean nuestros futuros distópicos a través de los medios y podemos generar un impacto al contar una nueva historia de interdependencia y posibilidades. Aquello, tanto como aprender a cultivar la tierra, es nuestro trabajo”.

Bella y Jonny, ambos artistas, cofundaron Camp BirdHouse —un huerto comunitario y ERC a 1,7 kilómetros del letrero de Hollywood, en Los Ángeles— para responder una pregunta primordial: ¿cómo vivimos la vida que nos demanda el planeta hoy? Su huerto es un bosque de comida, una explosión de plantas perennes comestibles, árboles frutales y frutos secos plantados para apoyar la biodiversidad y mejorar la salud de los suelos. Dos edificios residenciales en la propiedad envían las aguas grises al huerto desde lavaplatos, duchas y electrodomésticos. Para prevenir la evaporación, cubren el suelo abono; un enorme lecho de árboles ayuda a manejar la cantidad de luz solar que llega al suelo.

Como no puede adquirir un gran terreno en las preciadas colinas de Hollywood, el equipo de BirdHouse establece relaciones con los vecinos que se convencen del proyecto y participan en la regeneración de sus propias tierras, creando así un mosaico de biodiversidad dentro del paisaje urbano. Un terreno cultiva un huerto de hierbas medicinales, en tanto que otro se enfoca en la producción de comida. Una tercera parcela, propiedad del municipio se transformó en un sitio de demostración para mostrar cómo una tierra severamente desertificada se puede transformar en un corredor de vida silvestre.

Escucha a Jonny hablar sobre la importancia de la imaginación

Transcripción

Hollywood es importante para nosotros porque es donde se cuentan las historias. Aquí es donde se diseñan nuestros futuros, de alguna manera, a través de los medios, y podemos tener un impacto en eso porque la mayoría de las personas viven en un mundo de resignación y nosotros creemos que solo se necesita imaginación. Y una vez que hayamos desarrollado la habilidad de imaginar un future más hermoso, podremos vivir en ese futuro. Y, yo diría, eso es tanto nuestro trabajo como lo es aprender a cultivar el suelo.

“En cuanto comienzas a poner atención y desarrollar una relación con las plantas”, me dice Bella, “no puedes decir, mejor pongamos un estacionamiento aquí”. Jonny me pasa un damasco de un árbol cercano y pausa un momento su cosecha para mirar entre las copas de los árboles de Los Ángeles que se extienden más abajo. “La mayoría de las personas vive en un mundo de una resignación no reconocida,” dice. “Nosotros creemos que solo se necesita un poco de imaginación —necesitamos desarrollar herramientas de imaginar— y luego podremos vivir ese futuro más hermoso”.

Luego de despedirme de Jonny y Bella ya es tiempo de regresar a casa en Carolina del Sur. Desciendo hacia el tráfico de Los Ángeles de camino al aeropuerto, las caras, lugares y voces que he encontrado durante mi tour por California regresan a mi mente y se pelean con el infinito concreto y las calles llenas de basura para capturar mi imaginación y establecer una narrativa dominante. Las personas que he conocido se niegan a darse por vencidas y dejar de trabajar por un mejor futuro. Se levantan, desafiantes, ante el paradigma prevalente y modelan una mejor forma de vivir. Yo elijo unirme a ellos. Como dice John D. Liu, “este es el trabajo más grande de nuestros tiempos”.

Bella LeNestour y Jonny Allen crearon Camp BirdHouse para responder una pregunta importante: ¿cómo vivimos la vida que nos demanda el planeta hoy?

El director de Programas Ecológicos en BirdHouse, Cameron Miller, abona la base de un árbol frutal. Este método de “corta y arroja” mantiene la humedad en la base del árbol sin tocarlo, de modo de no podrir el tronco.

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Perfil de autor

Joel Caldwell

Joel Caldwell es un fotógrafo de expedición y escritor que vive en el sureste de Estados Unidos. Cuenta historias de justicia ambiental y conservación alrededor del mundo, con la finalidad de unir a las personas con el mundo natural. Fotografía: Logan Watts