Envío estándar gratis desde $100.000. Recibe entre 3 y 8 días, dependiendo de la zona. Puedes optar por envío express antes de las 10:00 am y recibir el mismo día en comunas seleccionadas.
Transformando el consumo eléctrico en un cambio positivo para las personas, el planeta y nuestra punta favorita.
“La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma”. La icónica frase de Antoine Lavoisier, uno de los padres de la química moderna, da vueltas por mi cabeza en estos días. Hace un par de semanas la planta de energía solar de la Fundación Punta de Lobos entró en funcionamiento y la cita de Lavoisier parece ofrecer respuestas a un fenómeno distinto al que estudiaba allá en el siglo XVIII, porque este proyecto es un ejemplo súper especial de transformación de la energía, uno que comienza en la oficina de una marca de ropa y termina con la conservación de un espacio natural para el beneficio de una comunidad costera (¡y del mundo!). Todo gracias a la energía del sol… Suena raro, ¿verdad? Ahora les cuento.
Si has seguido las historias de Patagonia en los últimos años probablemente has escuchado de la Fundación Punta de Lobos, una organización que nació gracias a la motivación —la energía podríamos decir— de una comunidad, para proteger un espacio tan relevante como el mirador de Punta de Lobos de las amenazas y las consecuencias del, mal llamado, desarrollo. Esa motivación inicial es la que nos ha permitido trabajar activamente en el sector del mirador, un área de 2.2 hectáreas sumamente deteriorada por los más de 600 mil visitantes que recibe cada año sin ningún tipo de regulación y que se ubica justo sobre la icónica ola que ha posicionado a Pichilemu como una reserva y capital mundial de surf. El objetivo: transformarlo en un parque protegido a perpetuidad con acceso libre y gratuito para todos y todas.
Felizmente, gracias a la colaboración de un montón de personas hoy el parque es una realidad y como Fundación estamos súper orgullosos de lo que aquí está sucediendo. Pero claro, como toda gran iniciativa, el camino que no está libre de altibajos. En la medida que avanzamos vemos que el principal desafío es lograr un equilibrio para los usos de la punta y restaurar el terreno no solo para disfrutarlo nosotros sino que las futuras generaciones, haciendo de este un proyecto sostenible en el tiempo. Y no es un desafío fácil de enfrentar. Somos muchos quienes queremos disfrutar esta ola, una puesta de sol o una caminata con vista al mar aquí en Punta de Lobos. Lamentablemente, como seres humanos, todo lo que hacemos genera un impacto y por eso vemos que el éxito de esta visión de largo plazo se basa principalmente en dos aristas: el involucramiento comunitario y la sostenibilidad económica del modelo que hemos desarrollado para la creación del parque. La respuesta, estoy convencido, está en la colaboración. Pero no cualquiera, sino una colaboración radical entre usuarios, vecinos, autoridades y todos quienes de alguna manera u otra disfrutamos de este lugar.
El proyecto de la planta solar que hace pocos días pusimos a funcionar es precisamente eso. Aquí no solo estamos colaborando con otras organizaciones y personas, estamos estableciendo un modelo de colaboración de esos que no se ven todos los días. El resultado de todo esto es que los 266 paneles de la planta nos permitirán generar recursos para financiar diferentes iniciativas que se desarrollan en la punta, desde reforestación con especies nativas a la construcción de señalética interpretativa y talleres de educación ambiental para niños. El proyecto es innovador y, sin duda, va a ser un aporte a nuestro trabajo desde lo práctico, pero la forma en la que llegamos hasta aquí es lo que más me gusta, porque se basa en una sinergia que le da una lectura completamente distinta, pero no menos certera, a la frase de Lavoisier. Una que se sustenta en un compromiso por conservar y proteger nuestra querida punta.
Y aunque parezca raro, todo partió en la oficina de una marca de ropa, donde nuestros amigos de Patagonia, quienes están conscientes de la urgencia de actuar frente a la amenaza de la crisis climática y se han comprometido no solo a alcanzar la carbono neutralidad para el 2025 sino también a apoyar una transición justa hacia las energías limpias. Localmente, Patagonia Chile había decidido invertir en la instalación de paneles solares que compensaran el consumo eléctrico de sus 12 tiendas locales. Para esto se pusieron en contacto con Rising Sun, una empresa especialista en energía solar con oficinas en Chile y Hawái que además es parte de la comunidad de Empresas B, afines a la visión ambiental y social de Patagonia y la Fundación.
El desafío era encontrar un lugar apropiado para instalar esos paneles, lo que no siempre es tan fácil como uno podría pensar. Por un lado está la limitación obvia del espacio, pero también la factibilidad técnica, los niveles de radiación solar, etc. No había muchas posibilidades en las tiendas u oficinas de Patagonia Chile y fue entonces que los amigos de Rising Sun tuvieron una idea que sería la semilla de lo que hoy estamos cosechando. Como lo dice Lucas Besasso, cofundador de Rising Sun, “Lo que nosotros les propusimos fue un modelo híbrido, en el que ellos (Patagonia) pagan la instalación de una planta de generación de energía solar en una propiedad de un tercero. Y ahí fue cuando se nos ocurrió hacerlo junto a la Fundación Punta de Lobos”.
La propuesta cuadró por todos lados. “Para nosotros, más que contar con un certificado que diga que estamos neutralizando nuestra huella de carbono, era importante que este proyecto tuviera un impacto positivo visible, palpable a nivel local. Por eso, cuando vimos la posibilidad de hacerlo en la punta y que beneficiara directamente a la Fundación, sentimos que todo hacia sentido. Entonces la planta no solo está compensando el 100% de nuestro consumo eléctrico local, además está inyectando recursos para conservar un lugar increíble”, complementa Zdenka “Zeta” Skorin, quien estuvo a cargo del proyecto por parte de Patagonia. Además, vale la pena mencionar que la capacidad de generación de esta planta es suficiente para compensar el crecimiento de la empresa en Chile hasta el 2025 y que, actualmente, compensa el consumo de todas las tiendas en Latinoamérica.
Efectivamente, la Fundación tenía un espacio —que durante los veranos usamos como estacionamiento para los visitantes de la punta— que resultó reunir las características, ideales para la planta. Todo parecía ir tomando forma fácilmente, lo único que nos preocupaba un poco era lo engorroso que aún es en Chile el proceso de inyección y venta de energía al sistema interconectado. Fue entonces cuando de verdad se nos prendió la ampolleta y le propusimos al hotel Alaia, uno de nuestros primeros partners en la protección de la punta, ser el receptor de la energía que produciríamos.
En general, cuando las empresas quieren compensar su huella de carbono lo normal es comprar bonos, una solución sencilla pero muchas veces poco transparente, burocrática y, por qué no decirlo, bastante impersonal ya que no entrega más relación con los espacios naturales que lo que te dice un certificado digital. Otro camino, uno que requiere y demuestra más compromiso con el planeta, va de la mano con el rediseño de tu estructura corporativa, donde el concepto de economía circular es fundamental ya que busca implementar un cambio de paradigma hacia un modelo de largo plazo, restaurativo, regenerativo y optimizando los recursos, los flujos de materiales, los residuos y, por supuesto, repensando de dónde viene tu energía.
Este proyecto se abordó con esa mirada desde un comienzo y, sin quererlo, le fuimos dando forma a un modelo que podría fácilmente ser replicado en otras localidades en beneficio del medioambiente. Ahora que ya lo hemos puesto en marcha —y aquí me gustaría destacar también a Andrés Margozzini, de Fundación Punta de Lobos, y Juan Pablo Álvarez, de Hotel Alaia, quienes de verdad se la jugaron por este proyecto— finalmente inyectando la energía del sol al hotel, queremos inspirar a otras comunidades, organizaciones, autoridades y empresas a unir sus voluntades y transformar su energía en proyectos que protejan los lugares que nos apasionan.
De todos modos, el futuro de Punta de Lobos, y de nuestro borde costero, no está asegurado. Lo que nosotros hemos conseguido aquí es sentar las bases, desde el ámbito privado, para recuperar un área de alto valor escénico, natural y cultural. Pero para seguir transformando esa energía virtuosamente es necesario que también el sector público se involucre, participando de este tipo de alianzas, facilitando el diálogo entre los diferentes actores y allanando el camino para quienes buscan soluciones “fuera de la caja”. Al mismo tiempo, una vez que un lugar como este logra un grado de protección y se establece un ordenamiento para mantenerlo, es importante que quienes somos usuarios pongamos de nuestra parte, haciendo lo posible para que nuestro paso cause el menor impacto posible.
Aquí y en todo Chile todavía hay un montón de trabajo por hacer y aún muchos lugares por proteger. La invitación es a buscar cómo tu propia energía puede ayudar a salvar nuestros ambientes naturales. Seamos parte de la solución, es nuestra responsabilidad, no de otros. Salvemos nuestro único e increíble planeta.
Patricio Mekis
Nuestro embajador, Pato Mekis, es surfista, snowboarder, skater y encargado de sostenibilidad en la Fundación Punta de Lobos. Para Pato, trabajar desde la punta es una gran inspiración… aunque hay días, sobre todo cuando entra la marejada, en que es fácil encontrarlo “distraído”, surfeando la ola que lo trajo aquí en primer lugar.