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¿Tienen derechos los peces del río Skagit?
¿Qué sucede cuando un pez sube al estrado en un tribunal? Probablemente el asiento no sea tan cómodo y es posible que no pueda ver al jurado.
Durante un reciente juicio en el estado de Washington, el salmón contó con la ayuda de sus aliados, la tribu indígena Sauk-Suiattle, cuyos representantes argumentaron que: “Sahkuméhu (la tribu) tiene un pacto sagrado con Tsuladxʷ (el salmón), Stulekʷ (el río) y todas las criaturas vivientes sin las cuales no podríamos vivir”. Apelando a los “derechos de la naturaleza” como estrategia legal, la tribu solicitó el reconocimiento de tres represas instaladas en el río, propiedad de Seattle City Light, como infractoras de los “derechos inherentes de los peces a existir, prosperar, regenerarse y tener acceso a sus aguas ancestrales”.
El río Skagit, en Washington, por mucho tiempo ha conectado a todos los seres vivos de la región. Nace en la Columbia Británica y fluye por casi 250 kilómetros a través del corazón de la escarpada cordillera de las Cascadas, proporcionando el 30% del agua dulce que llega al estrecho de Puget. Es el único río de la región que alberga a cada una de las especies nativas de salmón y trucha, incluyendo al Chinook de Puget Sound, la trucha toro y la arcoíris, todas en peligro de extinción. Gracias a las tres represas hidroeléctricas que se protagonizan la demanda, el río produce el 20% de la electricidad de Seattle. Pero estas no solo generan energía, sino que también impiden que los peces puedan llegar a sus hábitats naturales de desove.
Las poblaciones de salmón que habitan a lo largo de la costa del Pacífico han ido disminuyendo desde hace más de cien años, a pesar de décadas de esfuerzos avocados a su restauración (muchos de ellos inútiles). El futuro de estos peces depende de cada huevo que ponen. Además, en cuanto una de las especies fundamentales en el mar de Salish, son vitales para los ecosistemas de la región. Los chinook son el alimento preferido de las orcas residentes del sur, otra especie muy querida en la zona, también en peligro de extinción. El salmón sirve de comida para osos y águilas, además, cuando estos peces mueren, los nutrientes de sus cadáveres alimentan los ríos y fertilizan los bosques. El proceso entero es tan complejo, ingenioso y bello que solo pudo haber sido diseñado durante milenios por la sabiduría de la Madre Naturaleza.
Seattle se enorgullece de implementar progresistas políticas para construir un futuro sostenible. Sin embargo, la ciudad es dueña de la empresa de servicios públicos Seattle City Light, lo que constituye una contradicción peligrosa e inquietante. La energía “limpia” se produce a costa de los peces más emblemáticos de la región y de la cultura costera de salish. “A nivel general, lo que está en riesgo es un estilo de vida, el nuestro”, afirma Nino Maltos II, presidente del consejo tribal de los Sauk-Suiattle. “Si estos salmones se extinguieran, se destruiría también generaciones de enseñanzas en el futuro. Todo cambiaría”.
A comienzos de 2022 los peces subieron al estrado. La tribu Sauk-Suiattle demandó a la ciudad de Seattle en su defensa. Esta acción se presentó ante el tribunal tribal de Tsuladxʷ (la palabra lushootseed para el salmón) y declaraba que: “... los miembros de la tribu poseen un derecho y un mandato públicos (...) proteger y salvar a Tsuladxʷ, y resguardar las aguas que le sirven de hogar (...) no debe haber obstrucciones cuando se trata de su derecho a existir”. La demanda señalaba que las tres represas del proyecto hidroeléctrico del Skagit, propiedad de Seattle City Light, se construyeron sin el consentimiento de las comunidades locales indígenas y que, además, bloqueaban por completo el paso de los peces. “El río ha cuidado de la ciudad”, dijo Maltos en enero de 2023. “Consideramos que es hora de que la ciudad también cuide del río”.
Las estrategias jurídicas que apelan a los derechos de la naturaleza, como la empleada por los Sauk-Suiattle, se basan en un concepto a través del cual se garantiza la validez legal de elementos pertenecientes al mundo natural, como un río, una especie o un ecosistema. Ecuador incorporó una disposición en su Constitución para garantizar los derechos de la naturaleza en 2008. En Nueva Zelanda se reconocieron, de manera oficial, los derechos de los elementos “físicos y metafísicos” del río Whanganui en 2017. Desde entonces, este tipo de movimientos ha ganado fuerza. A finales de 2022, en Port Townsend y Gig Harbor, Washington, se establecieron importantes proclamaciones que reconocen los derechos de las orcas residentes del sur, dependientes de los salmones como su principal fuente de alimento. Según el Centro de Derechos Democráticos y Ambientales, más de tres docenas de gobiernos locales y tribales de los Estados Unidos cuentan con leyes que protegen los derechos de la naturaleza en la actualidad.
“La tribu (Sauk-Suiattle) solicitó el reconocimiento de tres represas instaladas en el río (...) como infractoras de los ‘derechos inherentes de los peces a existir, prosperar, regenerarse y tener acceso a sus aguas ancestrales’”.
El Skagit ha sido el hogar de las tribus costeras de salish y del salmón desde tiempos inmemoriales. El colonialismo trajo cambios devastadores tras innumerables generaciones de coexistencia próspera. A mediados del siglo XIX, el entonces gobernador Isaac Stevens firmó numerosos tratados con las tribus indígenas de la región, intercambiando tierras por la promesa de soberanía tribal, protección y el derecho permanente a cazar y pescar en sus tierras ancestrales. El estado ignoró estos acuerdos cínicamente. Más de cien años de sometimiento, acoso y batallas por los derechos de pesca pactados culminaron en numerosas protestas a finales de los sesenta y comienzos de los setenta.
El gobierno federal demandó al estado de Washington por esta razón. El fallo de 1974, conocido como la “Decisión de Boldt”, confirmó que los tratados existentes asignaban a las tribus la mitad de las capturas de todos los peces y las establecían como cogestoras de las menguantes pesquerías del estado. Al igual que la Sauk-Suiattle, las tribus Upper Skagit y Swinomish consideran la cuenca del Skagit su hogar. Las tres están reconocidas a nivel federal y cuentan con sus propias prácticas administrativas y entidades locales, lo que puede generar controversias al redactar políticas.
“A nivel general, lo que está en riesgo es un estilo de vida, el nuestro”.
—Nino Maltos II, presidente del consejo tribal de los Sauk-Suiattle.
La demanda de los Sauk-Suiattle se introdujo cuando la ciudad pretendía renovar su licencia federal para operar las represas, que expirará en 2025. Habitualmente la aprobación de este tipo de permisos es algo seguro y suelen durar entre treinta y cincuenta años. Sin embargo, esta vez entró en juego la atención pública. El proceso suscitó un nuevo escrutinio hacia las políticas ambientales de Seattle City Light, esto gracias a la estrategia legal de apelar a los derechos de la naturaleza y a las profundas conexiones de la región con el salmón. “Nuestra acción combina una base jurídica con la atención pública; a través de esta última pretendemos generar un cambio e influir en la empresa”, afirmó Jack Fiander, abogado de la tribu.
Y vale la pena intentarlo.
Nueve días antes de la fecha límite para la renovación de la licencia (el 28 de abril de 2023), Seattle City Light anunció la inclusión de un programa destinado al tránsito de los peces en su solicitud final, lo que condujo a la conciliación del proceso legal. El proyecto propuesto, que consiste en “atrapar y liberar”, transportará a los peces en camiones alrededor de las tres represas, pero podría tardar hasta veinte años en implementarse en su totalidad. Aunque esto no soluciona la crisis a la que se enfrenta el salmón en el Skagit, establecer un paso para los peces alrededor de estas ha sido una de las mayores preocupaciones de los Sauk-Suiattle.
Según Chris Townsend, director de recursos naturales y licencias hidroeléctricas de Seattle City Light, una de las razones para la inclusión de un programa destinado al tránsito de peces es “contribuir a la recuperación de las especies ante las cambiantes condiciones climáticas y disponibilidad de hábitats en la cuenca baja del río (...) podría ser una medida importante para el mantenimiento de las poblaciones en el futuro. Otra razón es para promover la abundancia de peces que beneficien a las tribus río abajo”.
“Resolver [la demanda] de tal modo que las tribus puedan proteger al salmón, incluso si es solo a través de un acuerdo o conciliación (...) hace que sea más fácil presentar casos en el futuros que involucren una defensa real de los derechos de la naturaleza”, dijo Fiander.
Teniendo en consideración que este fue apenas el segundo caso asociado a los derechos de la naturaleza en los Estados Unidos, el movimiento es aún incipiente y trabaja para establecer un precedente legal. Incluso si no hubo una sentencia, la idea sigue avanzando gracias a las iniciativas de las organizaciones de base y a las comunidades tribales, que buscan escalar hacia los niveles estatales y federales. Aunque el acuerdo conseguido beneficia al Skagit y a los peces, aún existen tres gigantescos problemas de concreto. Durante el proceso de renovación de licencias, los llamados a la eliminación de la planta ubicada en el punto más bajo del río tuvieron poca resonancia. A pesar de que las represas del proyecto hidroeléctrico del Skagit no se eliminarán pronto, la demanda de los Sauk-Suiattle representa —es de esperar— una pequeña grieta en el sistema, una que puede extenderse por toda la cuenca de restauración fluvial.
“Los Sauk-Suiattle no solo han conseguido resultados prácticos tras su acción legal, sino que también han podido demostrar aquello que es posible y cómo alcanzarlo”, afirma Mari Margil, directora ejecutiva del Centro de Derechos Democráticos y Ambientales. “Eso es de suma importancia en el desarrollo de leyes sobre los derechos de la naturaleza, pero también lo es para ayudar a otras tribus y comunidades no indígenas a decir: ‘bien, ahora podemos ver el camino a seguir’”.
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InscríbeteJann Eberharter
Jann es periodista, ambientalista, entusiasta de la naturaleza y exredactor en jefe de Freehub Magazine. Está decidido a seguir combatiendo el statu quo, armado con una maestría en política ambiental.