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Escenas desde la zona cero del mayor evento del surf en siete años.
El 10 de enero el más grande de los espectáculos del surf, el Eddie Aikau Big Wave Invitational pasó de la pausa a la luz verde. El pronóstico mostraba que un swell lo suficientemente grande como para honrar al legendario salvavidas de North Shore y pionero de olas grandes, Eddie Aikau, llegaría a las costas de Waimea Bay en dos días. Surfistas de olas grandes de todo el mundo se apresuraron para llegar al aeropuerto internacional de Honolulu. Ramón Navarro estaba a medio camino de Oahu, viajando desde Chile, cuando su vuelo fue cancelado. No lograría llegar a tiempo. “Se me salían las lágrimas de los ojos”, recuerda. “¡No podía creer que me iba a perder el Eddie!”.
Afortunadamente para Ramón, La bahía es la que manda. El swell fue uno de esos bien llamados “casi-Eddie” y no demostró ser de la envergadura necesaria. Sin embargo, se encargó de mandar unas olas XL a Maui y California. Para que el Eddie suceda, Waimea Bay debe garantizar olas del tipo hawaianas de más de 6 metros u olas de más de 12 metros. A último minuto, el hermano de Eddie, “El tío” Clyde Aikau, decidió cancelar.
Uno no discute con La bahía.
Partidas falsas como esta pasan casi todos los años. Cada invierno, los 40 invitados y los 18 suplentes se quedan al pie del cañón desde mediados de diciembre y hasta mediados de marzo, y los que viven a más de 48 horas de viaje, en general, acampan en Oahu o Maui, esperando la luz verde. De los 38 años de historia que tiene el Eddie, el evento se ha realizado solo nueve veces, el último fue en 2016.
“Todo surfista de olas grandes sabe que este es el espectáculo más grande que existe y el evento de surf de olas grandes más respetado de todos”, dice Kohl Christensen. “Todos nosotros soñamos con ser parte de esto”.
Nueve días después, el Eddie está de vuelta y Ramón, sin vuelos cancelados esta vez, conversa con Greg Long en la casa de Kohl en Waialua, Oahu, la noche antes del evento. Greg pasó los últimos días cuidando a su amigo Coco Nagoles, quien se quebró la pelvis surfeando en Todos Santos en la costa de Baja California. La experiencia con el hospital local fue una pesadilla, así que Greg llevó a Coco de regreso a California para la cirugía, luego tomó sus cosas y se montó en un avión a Honolulu. Los embajadores del surf de Patagonia, Paige Alms e Ian Walsh, se les unirán mañana, ambos vienen desde cerca de Maui.
En el patio, las hijas de Kohl, Hakea y Mehana, tocan el ukelele, cantan y bailan en un container. Las chicas tienen 3 y 5 años y son la entretención de la noche. Cada canción termina con porras y aplausos entusiastas, mientras que el crecimiento de un swell en formación acompaña la performance en la propiedad con vista al mar. Cuando termina, Kohl, Ramón y Greg meditan sobre lo que traerá el día de mañana. Los gráficos del swell se ven bravos. Las lecturas muestran olas de 8 metros cada 19 segundos. Vienen GRANDES, o como diría luego Ian Walsh, “es una bestia de swell”.
Son las 8 pm y es hora de irse a dormir. Greg, quien ganó el Eddie en 2009, está en el primer heat y planea entrar al agua al amanecer para surfear algunas olas antes del inicio oficial.
Mientras tanto, llegar ahí está en la mente de todos los demás. El sentir general entre quienes han participado de un Eddie es que si quieres lograr un buen puesto, tienes que estar ahí a las 4 am. Hoy, más temprano, los autos comenzaron a llegar y se empezaron a instalar campamentos en Kam Highway, kilómetros y kilómetros en todas direcciones. Mañana, la calle de dos vías que rodea Waimea Bay e ingresa Seven-Mile Miracle, de seguro avanzará lento. Mucho más lento que la mayoría de los domingos cuando los turistas llegan para ver las tortugas marinas en el camino en Lanikai Beach.
Al día siguiente, a las 6 am, ya voy en camino. Al costado de la carretera están los restos de las fiestas de los campamentos y las fogatas de la noche anterior. Una larga fila de espectadores camina hacia el Eddie.
La bahía se deja ver en la punta oeste. Es una multitud de personas. Hay toldos a los largo de todo el acantilado y alguien pincha discos de música house desde unas tornamesas por encima de los bramidos del océano más abajo. El mar está grande, realmente grande y se hace cada vez más grande. La playa y el acantilado están hombro a hombro. La gente se va instalando por la colina al otro lado del camino y bajando entre los arbustos por el acantilado hacia la costa. Apenas hay luz y pareciera que toda la población de Oahu —y algo más— está acá.
Faltan solo minutos para el evento y cada ola que rompe exhala sus partículas de agua no deseadas hacia la bahía, cargando la zona de competencia con sal y humedad. Diez competidores se mecen en el lineup. La multitud entra en frenesí cuando alguien empieza a bracear y recorre 12 hacia abajo antes de que comience el heat. Todo el mundo se pregunta quién es, pero nadie lo sabe.
A las 8 am suena la bocina. El Eddie ha comenzado.
“Cuando llegué esta mañana en la oscuridad, estaba un poco nervioso, para ser sincero”, dijo Greg después de su heat. “Los pronósticos mostraban olas mucho más grandes de lo que cualquiera tuviera en mente. Pero luego salió el sol y los nervios se transformaron en emoción. Solo quisiera haber tenido un par de horas más para estar ahí y agarrar una buena”.
Este año el evento es un poco diferente. En 2017, la familia Aikau cortó lazos con quien fuera el patrocinador por años, Quiksilver. Después de aquello se pensó que el Eddie desaparecería. Al año siguiente no se realizó la ceremonia de apertura anual. Pero para el invierno de 2019–2020, La Fundación Eddie Aikau logró reunir los fondos a través de casi 20 patrocinadores comprometidos con mantener vivo el certamen.
En 2020, Clyde Aikau —ganador del Eddie de 1987— me habló sobre el futuro del evento y me dijo, “trajimos al Eddie de vuelta a sus raíces hawaianas”.
Hoy, la atmósfera y la seguridad son más laxas, más que cuando Quik ponía el dinero. El monto del premio también es menor, pero a los competidores no les importa. Este evento no se trata de eso. El Eddie sigue teniendo a los mejores surfistas de olas grandes a nivel mundial: tipos como Michael y Mason Ho, John John y Nathan Florence, Shane Dorian, Nathan Fletcher, Makuakai y Koa Rothman, Ross Clarke-Jones, Grant Baker, Billy Kemper y muchos más. Pero más notablemente, y por primera vez, hay seis mujeres invitadas. Paige Alms, Keala Kennelly, Emily Erickson, Makani Adric, Andrea Moller y Justine Dupont son parte del caos que se mueve por el anfiteatro natural de Waimea Bay. Están en los mismos heat de 10 personas que los hombres.
A las 11 am, Paige Alms llega a la playa. Una multitud de fanáticos del surf grita su nombre y le desean suerte. A medida que Paige se acerca a la orilla, el volumen de los vítores aumenta y ella corre agua adentro, salta sobre su tabla y se transforma en una tortuga avanzando entre los saltos del oleaje costero. La Patrulla Marina Hawaiana pone una moto frente a ella; Paige toma el trineo, saca su tabla del agua y se lanza sobre el lineup.
“Ni en mis sueños más locos habría imaginado que me invitarían al Eddie”, me cuenta Paige luego de su heat. “Y ahora puedo compartir esta experiencia con muchos de mis héroes, pares y amigos con los que he crecido. Es un día mágico. De eso se trata este certamen, de compartir esa camaradería en el mar”.
En la zona de competidores y familiares, los autos se estacionan donde pueden sobre el césped después de la arena. Se levantan quitasoles y se llenan los coolers. Es un día totalmente soleado. Algunos miran el evento, otros descansan en el pasto y de vez en cuando corren a ver lo que pasa cuando ven que la multitud se emociona. Los salvavidas de North Shore dan instrucciones de seguridad por los altoparlantes a quienes están en la arena, en la desembocadura del río, en los acantilados y las rocas.
“Atención a quienes están en la desembocadura del río, esta va a llegar bien arriba otra vez. ¡Salgan hacia la parte alta!”
“A los padres de ese niño, sáquenlo de las rocas… ¡incluso si no es tu hijo, sácalo de las rocas!”
Una y otra vez, la gente no escucha, y una y otra vez las aguas blancas alcanzan a las personas que están en la arena, doblando tobillos, botando adultos, niños y estropeando carísimas cámaras fotográficas. El problema que el Eddie le pone a la guardia costera de Waimea es irónico. Es el día más peligroso del año para estar en la costa de la Bahía de Waimea y aparecen casi cincuenta mil personas.
La locura de todo esto hace del Eddie el evento de surf más entretenido que existe, pero la comunidad que atrae es lo que lo hace realmente único. En la arena, en los acantilados y sobre el césped abundan las risas y los saludos, los gritos, abrazos y vítores. La energía es eléctrica, su importancia vive y respira con los actos heroicos de los surfistas y las multitudes más abajo. Esta escena es tremendamente amistosa, considerando la cantidad de personas. Todos están conectados a través del legado Eddie y el poder de la bahía.
“Siento que la vida nos ha regalado la fortuna de poder ser parte de algo tan especial”, dice Kohl. “En cada heat me tomé un rápido momento para mirar a todas las demás personas. Se escuchaban los rugidos. No hay nada como eso”.
En el agua, esto parece más un grupo de amigos compartiendo su amor por las olas grandes que una competencia. “Había excelentes competidores en cada uno de los heat”, dice Ramón. “Todos eran buena onda e incluso te preguntaban ‘¿quieres correr esta o voy yo? ’”. Aún así, todos quieren ser el ganador del décimo Eddie de la historia.
A las 2 pm, llegan las olas buenas y se dibuja un horizonte tempestuoso. Las olas comienzan a llegar por docenas y la Patrulla Costera de Hawái se pone rápidamente en alerta. Es peligroso, pero son los mejores en su rubro. Otro set se acerca a la bahía, la multitud grita al ver un late drop bien ejecutado y luego un cuerpo que cae unos 9 metros desde el labio. Algunas motos quedan dentro y se ven obligadas a esperar mientras otras rescatan del peligro a los surfistas caídos.
“La Patrulla Costera de Hawái hizo un trabajo impecable. Son gente de mar del más alto calibre, no paran en todo el día”, dice Kohl a la mañana siguiente. “Son capaces de navegar por las barras, asistir cada pagón y manejar a todos esos surfistas. Una ola me chupó en mi primer heat en un closeout y me sacudió un par de veces. La Patrulla estuvo ahí justo a tiempo”.
A las 4 pm suena la última bocina. El Eddie ha terminado, pero nadie sabe quién ganó. Se escucha el sonido de las cervezas que se comienzan a abrir y chocan unas con otras en el área de los competidores. Nos movemos hacia el escenario detrás de los andamios para ver la entrega de premios. Estamos apretados y es difícil ver, pero es algo a lo que nos hemos acostumbrado durante el día. Un hombre con un uniforme amarillo y rojo se para junto a los competidores. Se ve fuera de lugar. Su nombre es Luke Shepardson, Salvavidas de North Shore y un cazador de olas de bajo perfil.
“El tío Clyde siempre dice que el Eddie elegirá al ganador”, comenta Kohl. “Esta vez eligió al salvavidas en funciones. Todo calza”.
“Lo vi rescatar personas esta mañana”, cuenta Ramón. “Se tomó dos descansos de dos horas para surfear en dos heat y ganó el Eddie mientras trabajaba. Fue algo mágico de presenciar”.
Al finalizar la ceremonia, Luke le pasó el cheque a un amigo, volvió a su torre y terminó su turno.
Si quieres escuchar una franca conversación de Paige Alms con Sean Dohertu sobre su experiencia en el Eddie, pincha aquí.
Morgan Williamson
Morgan es el editor en jefe para surf en Patagonia. Anteriormente trabajó como editor en Stab Magazine y disfruta de una variedad de actividades. Escuchar música country new-age no es una de ellas.