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Cómo las redes de pesca desechadas terminaron en la visera de nuestros gorros.
Cada año, más de ocho millones de toneladas de basura plástica escurren hacia el mar. Se ha encontrado plástico en los estómagos de ballenas varadas y albatros en su ruta de migración. También se lo ha descubierto en sedimentos de las profundidades marinas y en testigos de hielo ártico. De acuerdo con un reporte de Naciones Unidas de 2017, hay más de 51 trillones de partículas de microplástico en el mar, más de 500 veces el número de estrellas en la Vía Láctea. La más dañina de las contribuciones de plástico al océano son las redes de pesca desechadas.
Por generaciones, las redes de pesca viejas, deshilachadas y rotas se han tirado por la borda al final de su vida útil. Las redes desechadas hoy son el 10% de los plásticos marinos por volumen a nivel global. Pero resulta que estas redes pueden ser reutilizadas en un montón de formas.
“Las redes pueden durar de dos a tres años”, dice Kevin Ahearn, copropietario de Bureo, una empresa asociada a Tin Shed Ventures. “Pero aún hay un montón de valor en ese material cuando la red es desechada al final de su vida útil”. En 2012, Kevin y sus amigos, Ben Kneppers y David Stover, comenzaron a pensar en formas de recoger ese valor y, con ese proceso, reducir la cantidad de plástico en el océano.
En 2013, con la ayuda de un subsidio del gobierno chileno, los tres amigos se instalaron en Chile con el objetivo de convertir esas redes en tablas de skate. A su negocio le pusieron Bureo, “ola” en la lengua mapuche, y comenzaron a pedirle las redes usadas a los pescadores. Las que consiguieron las llevaron a una bodega arrendada, las limpiaron a mano, las molieron y contrataron a recicladores locales para que las derritieran y convirtieran en “nurdles”: pequeños pellets utilizados como materia prima en productos de plástico. La marca con la que bautizaron este material fue NetPlus®, y en un año lanzaron su primera tabla de skate. Luego vino una segunda tabla, pero las ventas y la producción no podían seguirle el ritmo a la cantidad de redes que llegaban a sus manos.
Con más materiales que know how de retail, Bureo pasó de hacer sus propios productos a asociarse con marcas ya establecidas, y en 2016 Patagonia comenzó a trabajar con ellos para reemplazar el plástico virgen utilizado para hacer las viseras de nuestros jockeys trucker hat.
Hasta ese momento, NetPlus® se hacía casi exclusivamente con el nylon que domina las industrias pesqueras tanto en Chile como a nivel global, que no dejaba de romper las agujas de nuestras máquinas de coser. Afortunadamente, los pescadores sudamericanos a veces usan redes de polietileno de alta densidad (HDPE), el mismo polímero que usamos normalmente para hacer nuestras viseras. Cuando Bureo comenzó a hacer NetPlus® también con las redes de HDPE, nuestras agujas tuvieron un respiro.
Entonces Ben, que está radicado en Sudamérica, voló a Mar del Plata, el principal puerto argentino, y llegó a un acuerdo con Moscuzza, un fabricante de redes local. Según los términos de ese acuerdo, cada red vieja de Moscuzza sería recolectada por Bureo a cambio de un pago a las comunidades pesqueras, creando tanto una infraestructura y un incentivo para darle a estas redes una segunda vida útil. Desde entonces, Bureo ha logrado acuerdos similares tanto con fabricantes de redes de nylon como de HDPE en más de 25 pesquerías chilenas, y están trabajando con fabricantes que proveen a una docena de comunidades pesqueras peruanas también.
Mirar al flujo de desechos como una nueva fuente de materias primas es de lo que se trata la economía circular, pero muy pocas industrias funcionan de esa manera. “La gente tira cosas porque no hay un valor asociado a ellas”, dice Ben. “Cuando podés conectar algo con un valor, ya no es visto como basura”.
Adam Skolnick
Adam is an author and journalist covering sports, adventure, travel, the environment and human rights. He writes for many publications, including The New York Times, Longreads and Lonely Planet.