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La increíble relación entre Hidetoshi Matsubara y sus aves rapaces
Todas las fotografías por Tsutomu Endo
Artículo publicado originalmente por Patagonia Japón, esta historia ha sido traducida al español por Patagonia Latinoamérica.
En la región de Tōhoku, en Japón, se dice que la cetrería comenzó con la práctica de un samurai rural que la introdujo y ayudó a que se extendiera hacia los pueblos agrícolas. Se cree que comenzó hace 4.000 años en Asia central y occidente, aterrizando en Japón a mediados del periodo Kofun, cerca del siglo IV. La cetrería se convertiría en una práctica amada por las autoridades de cada periodo, como varios emperadores, nobles, daimyō (magnates japoneses) del periodo Sengoku y por los shogun de Tokugawa (gobernantes militares japoneses).
Las personas que criaban y entrenaban halcones para aquellas figuras poderosas eran conocidas como takagai (criadores de halcones), takashi (entrenadores de halcones) o takajo (maestros de halcones o halconeros). Para cuando comenzó el periodo Meiji, las personas comunes y corrientes ya podían participar en la cetrería —aunque antes estaba restringida solo a los shogun, daimyō y a los samurai de alta categoría— y entonces surgieron dos escuelas de cetrería. Una representaba la continuación de la cultura de cetrería ancestral, traspasada de generación en generación, donde los halcones eran criados y entrenados. La otra representaba el uso de la cetrería para la caza mediante el uso de halcones-águilas de montaña; esta variedad se extendió principalmente entre agricultores y cazadores en la región de Tōhoku.
Los valles de la montaña de Tōhoku quedan atrapados bajo profundas capas de nieve durante el invierno. La temporada de caza con halcones-águilas de montaña se extiende entre diciembre y abril.
Hidetoshi Matsubara —un residente de la nevada aldea de Tamugino en la prefectura de Yamagata, en la ciudad de Tendō— ha tenido durante su vida una larga fascinación por la cetrería. Por cerca de 50 años, su vida ha girado en torno a adentrarse en las montañas con su halcón cada invierno.
En Japón, aquellos que crían y entrenan halcones y aves rapaces se llaman takajo. Entre las personas que sustentan este título, Matsubara es indudablemente único. En otros tiempos la cantidad de halconeros que usaba aves de presa para cazar en los valles agrícolas de Tōhoku era grande. Sin embargo, hoy solo queda Matsubara.
Un amante de los animales desde su más tierna infancia, Matsubara descubrió la cetrería de Tōhoku durante su adolescencia cuando vio en la televisión un documental denominado El anciano y el halcón. En aquel documental, una escena se robó el corazón de Matsubara: un viejo halconero sentado frente a una irori tradicional (una chimenea de frente abierto) le daba agua tibia a un halcón posado sobre su brazo.
“Al ver a un humano y un halcón conviviendo juntos, creo que incluso siendo niño pude sentir esa profunda relación entre diferentes especies”, dice Matsubara.
Durante sus años universitarios, Matsubara escaló montañas por todo Japón y viajó a varios pueblos de montaña. No satisfecho con solo pasar de visita, decidió asentarse, vivir y trabajar en un pueblo de montaña. En ese tiempo, la vida en la montaña todavía mantenía vigentes las antiguas formas de vida en comunidad con la naturaleza. A medida que el tiempo pasaba, el recuerdo de El anciano y el halcón seguía apareciendo en su mente y el deseo de vivir junto a animales en un entorno natural se asentó en Matsubara.
“Me han preguntado, ‘bueno, si querías vivir rodeado de naturaleza, ¿por qué no te convertiste en agricultor o cazador?’”, dice Matsubara. “Pero para mí, no había otra opción más que [ser] halconero. Primero tuve la corazonada de que quería vivir directamente conectado con la naturaleza. Y entonces, por supuesto, sentí el atractivo de la caza sin armas, sino junto a un halcón, y sentí que el estilo de vida de un halconero era todo lo que quería”.
Como graduado del departamento de literatura en la Universidad de Keio, Matsubara pasó un año estudiando los métodos de entrenamiento de halcones con el legendario halconero Asaji Kutsuzawa y luego se mudó a una pequeña cabaña a los pies de la montaña al norte de la prefectura de Yamagata, para comenzar una solitaria vida solo con su halcón. La cabaña no tenía gas, electricidad ni agua potable. Solo linternas o velas proporcionaban luz y la casa más cercana estaba a dos horas y media caminando. Quizás el común de la gente encontraría este tipo de vida solitaria e inconveniente, pero era un lugar idílico para Matsubara.
En esos días, el ingreso anual de Matsubara solo era cercano a los 250 mil yen, menos de 2.000 dólares, dinero que ganaba en trabajos de medio tiempo que hacía en los meses de verano, ayudando a agricultores en un pueblo vecino o trabajando en faenas de construcción. Usaba ese dinero para cubrir las mínimas necesidades alimenticias, como arroz, aliños y alimentos envasados. Cultivaba vegetales en un campo cerca de su cabaña y recolectaba verduras silvestres y hongos en las montañas. Era una vida que se hacía posible gracias a las bendiciones de la naturaleza.
“Incluso sin dinero, me sentía feliz porque era libre”, dice Matsubara. “Nadie me restringía y podía vivir la vida que deseaba”.
La cetrería puede describirse como un método de caza especialmente distintivo. Un cazador típico usa una herramienta hecha por el ser humano, como armas o trampas. Pero la cetrería usa animales para cazar animales. Un halcón encuentra y ataca presas siguiendo su instinto. Pero, despegar desde el brazo de un halconero y luego regresar con su presa no es algo impreso en el instinto del halcón. La cetrería requiere de un halconero que se preocupe por la salud física del halcón y que entrene al ave de presa para convertirse en un compañero. Una relación debe construirse. Cuando se han establecido bien los lazos, un halconero y su ave pueden incluso pensar de la misma forma.
Matsubara está criando actualmente cinco aves: un halcón-águila de montaña, un águila dorada, un águila ratonera de tierras altas, un halcón ferruginoso y un halcón Harris. Matsubara entrenó el halcón ferruginoso para que sea su compañero de caza este invierno.
El entrenamiento comienza cada año en octubre. Los halcones sin entrenamiento son muy cautelosos con los seres humanos. El proceso mediante el cual el halcón se queda en el brazo del halconero es conocido como “acostumbramiento”. Durante este proceso los halcones se acostumbran gradualmente tanto a los humanos como a la luz y ese lazo es la base de la cetrería. Para hacer esto, Matsubara primero coloca un asiento de halcón en su brazo en una habitación oscura. Una vez que el halcón se ha acostumbrado a la oscuridad, el halcón se acostumbra lentamente a estar con un humano en una habitación iluminada tenuemente con una vela. Una vez que el halcón se siente cómodo con la luz puertas adentro, el siguiente paso es cambiar hacia una habitación con luz de día natural o sacarlo a un espacio abierto durante la noche. Una vez entrenado, el halcón se puede sentar como corresponde en el brazo del halconero en espacios abiertos durante el día.
Una vez que el halcón ha sido entrenado de manera exitosa para viajar sobre el brazo de Matsubara, él camina por el pueblo todos los días con el ave de presa sobre su percha, excepto en el caso de que hubiera fuertes vientos. Cerca de casa o en terrenos rurales cercanos, Matsubara usa cebo y entrena al halcón para regresar a su brazo cuando lo llama y caza una presa.
Entrenar halcones significa realmente pasar cada momento con ellos. Durante el acostumbramiento, el entrenador mantiene al halcón en su brazo constantemente al menos que estén durmiendo o tomando un baño. Hacen todo tipo de tareas cotidianas —como comer o leer— con el halcón sobre su brazo. Los halcones normalmente viven en las cabañas de halcón, pero Matsubara coloca una percha en su habitación cuando comienza el entrenamiento. Y ya sea de día o noche, se queda con el halcón en la misma habitación.
Matsubara pone atención incluso en los más mínimos cambios en el halcón. Por ejemplo, evalúa su condición física al observar el color de la boca o de sus garras, la condición de los párpados y alas o el color de sus depocisiones.
El entrenamiento toma generalmente entre seis semanas y dos o tres meses. Pasar tanto tiempo juntos, permite una comprensión más profunda entre el halcón y el halconero.
“A diferencia de las personas, los halcones no usan palabras. No expresan lo que les pasa con gestos o expresiones faciales”, dice Matsubara. “Pero si escuchas su graznido, puedes comprender sus sentimientos, como ‘¡Estoy enojado!’ o ‘¡Estoy buscando!’”
Matsubara nunca olvidará el momento, tres años después de mudarse a la cabaña en la montaña, cuando su primer halcón-águila desplegó sus alas y despegó desde su brazo, elevándose en una línea recta para cazar un conejo con sus garras, por primera vez.
“En ese momento, sentí algo imposible de expresar con palabras. Esa emoción se expandió por todo mi cuerpo y finalmente subí la voz y lloré”, dice Matsubara. “Estaba tan feliz y pensé desde el fondo de mi corazón que había nacido para ese día. Quizás nunca vuelva a sentir una emoción tan intensa nuevamente”.
Hoy, a los 71 años, Matsubara intenta continuar viviendo y cazando junto a las aves rapaces.
“Camino hacia la montaña nevada, la que de otro modo habría estado despoblada, con el ave que he entrenado poco a poco con el tiempo”, dice. “Buscamos una presa y nos adentramos en la montaña. En momentos como ese, pienso que sí, que soy realmente feliz. Para mí, la cetrería significa estar junto con el ave. Vivir juntos, caminar en la montaña juntos y poder cazar, es suficiente. No necesito nada más”.
Hironori Taniyama
Hironori es un amante de la naturaleza y escritor japonés. Escribió el libro Viviendo con halcones: halconero—Una biografía de Hidetoshi Matsubara, entre otros.