By Kate Rutherford
La Chocolatería es un pequeño restaurant a las afueras de El Chaltén, construido con tablones rústicos y ventanales sencillos. Un cartel en el exterior dice Fondue. Pizzas. Adentro, el aroma a chocolate artesanal y café transmiten poderosamente la sensación de estar en un lugar seguro y cálido. Por décadas, algunos de los mejores escaladores del mundo han pasado horas en el acogedor estar que vuela sobre la entrada, comiendo pizza, tomando cerveza y leyendo las historias del montón de revistas Alpinist guardadas en un viejo baúl negro, esperando que el tiempo mejore. El viento azota la tambaleante estructura de madera sacudiendo las ventanas, y el Fitz Roy se asoma sobre las nubes por un minuto antes de que la lluvia oscurezca la vista. Los pronósticos de internet no eran muy confiables en ese entonces, o tal vez ese fue el año en que el tiempo estuvo siempre malo, por lo que nos sentábamos ahí arriba a esperar que las montañas aparecieran detrás de las nubes. Habíamos llevado duffels, cargados con equipo para cualquier vía que fuera posible escalar, hasta este pueblito cuyo nombre significa “montaña humeante”. Pero no teníamos espacio ni peso disponible para ropa de ciudad. La única ropa que teníamos era con la que escalábamos. Esto era cuando el R1® Hoody solo existía en negro. Recuerdo haber estado todos sentados a la mesa por horas; los dueños nunca nos echaron. Y todos usábamos nuestros R1® Hoody negros.